Descripción
Prólogo, selección y dibujos de Raúl Herrero
Cuentos insólitos… ¡Qué mejor calificativo para una selección con textos que podríamos inscribir en varios de los siempre ilusorios apartados: fantástico, ciencia ficción, terror, humorismo… ! Por todos ellos se descuelga lo inusual, ya sea en el contenido o en el tono del autor. Como si se penetrara en un café habitado por personajes de circo y extraterrestres, así puede iniciarse la lectura. Este pequeño volumen se corresponde con los restos de lo que hubiera sido una enciclopedia de lo insólito en la literatura española. En lugar de presentar un par de voluminosos tomos con más de cincuenta autores, he preferido limitarme a confeccionar un libro destinado exclusivamente a fomentar y activar el placer de la lectura. Hechizos y helechos ¿Por qué cuentos insólitos? ¡Qué mejor calificativo para una selección con textos que podríamos inscribir en varios de los siempre ilusorios apartados: fantástico, ciencia ficción, terror, humorismo… ! Por todos ellos se descuelga lo inusual, ya sea en el contenido o en el tono utilizado por el autor. Como si se penetrara en un café habitado por personajes de circo y extraterrestres, así puede iniciarse la lectura. Este pequeño volumen se corresponde con un breviario de lo que hubiera sido una enciclopedia de lo insólito en la literatura española. En lugar de presentar un par de voluminosos tomos, con más de cincuenta autores, he preferido limitarme a confeccionar un libro destinado exclusivamente a fomentar y activar el placer de la lectura. He antepuesto, una vez más, el juego a la erudición. El realizar esta oportuna revelación me librará de críticas malintencionadas. Muchos han sido los nombres con hondo pesar desplazados, y nunca porque sus textos fueran inferiores a los incluidos, sino por motivos de espacio. Menciono al azar, según me vienen a la memoria, algunas de las ausencias: Edgar Neville, Gustavo Adolfo Bécquer, Pedro Antonio de Alarcón, Agustín Pérez Zaragoza, Emilio Carrere, Antonio Ros de Olano, Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber), Pío Baroja, Carranque de Ríos, Wenceslao Fernández Flórez, Camilo José Cela, Samuel Ros, Francisco Nieva, José Moreno Villa… Con ellos se podría publicar un segundo compendio tanto o más interesante que el presente. Toda selección o antología es imperfecta, nos enseña nuestro amigo Perogrullo. A lo que conviene añadir el verso de A. Fernández-Molina que reza:« la perfección es imperfecta». He ordenado los cuentos según la fecha de nacimiento de los autores: de Espronceda (1808) a Fernández Molina (1927). En este intervalo oscilan escritores muy populares como Galdós y otros que, como Silverio Lanza, precisan ser invocados de vez en cuando para que se reafirme, en el proceloso mar del injusto olvido, el valor de sus obras. ¡Ay, de los vencidos! De los escritores que vuelan de las páginas de antologías y de la memoria de sus contemporáneos para ceder su puesto a autores con méritos alejados de los estrictamente literarios. «¿Existe verdaderamente una conjuración silenciosa contra el artista original y solitario, que se obstina en no reunir más que las rosas de su espíritu? ¿Existe verdaderamente esa conjuración de los mantos negros contra las albas túnicas: y alguna vez en la noche, se han ahuecado para jurar nuestra pérdida? No sé: pero a veces he creído sentir en la noche el glacial bisbiseo de los conspiradores», escribe Rafael Cansinos Asséns en El divino fracaso. Corresponde a las jóvenes ornadas de literatos enmendar los pecados cometidos por sus antecesores contra originales, precursores, santos, poetas, novelistas y creadores a los que se les dio la espalda. Sería mi deseo que el lector se acercara a este librito cual ante una cripta, a un lugar sagrado y de recreo, que permite el alejamiento de la realidad, palabra que suele englobar una serie de experiencias repetidas de forma cotidiana, que refuerzan las frustraciones e invitan a asimilar un estado de infelicidad consustancial a la existencia. Nada hay más degradante que aceptar la palabra realidad cuando viene vestida con los ropajes de la sumisión y la renuncia. Que el insólito reclamo de estas páginas sirva para conducir a la embriaguez literaria, a la extraordinaria eucaristía del placer, a la conciencia de lo absoluto. Es preciso reunir la fantasía necesaria para recuperar el dominio de la propia vida. Dijo Gómez de la Serna: «Hay que asistir a algún jubileo de vez en cuando, o al jubileo sagrado o al profano». El mundo está plagado de teléfonos con mensajes provenientes de otros mundos, de esquinas oscuras tras las que nos esperan cestos de sorpresas, de insospechados objetos dispuestos a modificar nuestra conducta; los seres de extraña apariencia, los monstruos o los acontecimientos inauditos aguardan, bajo una campana de cristal, la mirada de aquel que sepa desentrañarlos. Salvo la búsqueda del Santo Grial y la consumación del último paso para obtener la Gran Obra Alquímica, pocas aventuras dignas en el día de hoy nos restan por emprender. Los inquietos pueden iniciarse en el umbral del mundo insólito con este libro.
Raúl Herrero, 18 de septiembre de 2000